Todos los valles
de la comarca del Alto Oja poseían su particular “camino viejo de los
prados”. Circulando por la profundidad de cada valle, desde cada aldea, dichos senderos permitían el acceso a huertas, prados y fincas de regadío. Facilitaban el trasiego de los ganados domésticos,
incluyendo el acarreo de otras materias primas que se bajaban azarosamente de
los montes; especialmente de leñas, carbón y diversos metales procedentes de la actividad minera. Los pasos que permitían la comunicación entre los distintos puntos
del valle se denominaban “pasadas”, y si sus flancos estaban custodiados
por pequeñas tapias de piedra entonces se los llamaba “callejas” o “callejos”,
estos últimos, generalmente, se solían encontrar más inmersos en los dominios del propio monte. Otra construcción típica ligada a esta suerte de infraestructuras eran los puentes
de piedra, utilizados para salvar las
corrientes de los arroyos de montaña cuyas preciadas aguas eran desviadas mediante la usanza de
esmeradas canalizaciones. Cuidadas acequias encargadas de recoger y
distribuir el valioso recurso hídrico que se destinaba al riego de los prados
durante la época seca del verano, lo que tendía a estimular la producción de pasto
para siega o bien para diente del ganado.
Hoy en día, apenas logramos vislumbrar los retazos de un modo de vida que ha ido desapareciendo con el paso
de los años, cuyos derrumbados restos se aferran a la existencia de una
historia imperecedera. La cruenta vida de nuestros antepasados más recientes.
La dura lucha por el existir, por sobrevivir y saber acomodarse frente un entorno hostil. El paso del hombre por la Tierra. La romántica
comunión con la naturaleza circundante… sentimentales sensaciones que todavía
perduran y pueden saborearse cuando merodeamos inmersos por el interior de estos relictos
espacios humanizados. La invasión frondosa del salvaje vergel, termina decorando
lo que se aproxima a una fantástica y enternecedora imagen de cuento de hadas, de otro tiempo pasado.
Los túneles de vegetación tapizando las viejas veredas y callejas de piedra representan uno de los paisajes más pintorescos y sobresalientes del entorno natural del Alto Oja y sus aldeas. La entrada al "Jardín Secreto" de la famosa escritora inglesa Frances Hodgson.
Desde aquí, quiero hacer un llamamiento para que las instituciones públicas tengan más en cuenta este tipo de infraestructuras populares. Como auténticas obras de arte, forman parte
de una expresiva identidad etnográfica, patrimonio endémico de las tierras
bañadas por las aguas del río Oja al inicio de su andadura ribereña. Mudos
testigos de nuestra historia y devenir en un pasado no muy lejano. Magistral arquitectura rural que se funde apaciblemente con los elementos naturales del entorno adyacente.
No deben ser
consideradas obras viejas e inservibles, pues forman parte del
denominado Patrimonio Histórico Artístico del Valle del Oja. Restaurémoslas.
Cuidémoslas. No permitamos que sucumban ante la pala de la maquinaria pesada.
Perentoriamente deberían permanecer tal y como están, más o menos derruidas, señalándonos la entrada a la siempre acogedora montaña.
Foto de grupo en el prado Los Hombres, desde donde puede contemplarse una sobrecogedora panorámica del coloso pico de Campos Blancos.
Vistas desde el punto final del recorrido. Las Cerradas de Yabura y Lizarcia, marcan el final de los prados del valle antes de adentrarnos en los dominios de la alta montaña de Ayabarrena.
El esquivo Xerocomus pulverulentus es un hongo integrante de la familia de las boletáceas que también aparece publicado con el nombre de Boletus pulverulentus. Fructifica de manera escasa y localizada en algunos bosques mixtos de avellanos en los fondos de valle, principalmente durante la estación estival. Su rasgo diferencial lo observamos al practicar una incisión que atraviese su carne. Ésta, al ponerse en contacto con el aire, adquiere una coloración azul marino muy intensa. Especie no comestible, a proteger por su rareza.
Lobaria pulmonaria es tipo de liquen de morfología foliosa, cuyo aspecto recuerda a las hojas de un alga. Habita principalmente sobre troncos de árboles y es indicador de zonas húmedas de clima atlántico, con elevada humedad ambiental y pureza en el aire. Su carne es higroscópica, cambia de turgencia y coloración en función del grado de hidratación de sus tejidos. De esta forma, este ser vivo funciona como un higrómetro natural que mide con gran exactitud la saturación atmosférica. Los leñadores vascos y navarros conocían bien sus virtudes medicinales. La empleaban como especie vulneraria, para desinfectar y cicatrizar heridas producidas tras posibles cortes durante las labores de corta de leña.